Uno de los mitos más difundidos en asuntos de sexualidad, establece que tanto hombres como mujeres, luego de cierto tiempo, o mejor dicho, pasada cierta edad, pierden todo interés (y capacidad) en su propia sexualidad. Ésto no sólo es falso absolutamente, sino que más bien podríamos decir que es totalmente opuesto a lo que sucede en realidad.
No venimos al mundo con una carga determinada de libido que se va agotando con el paso del tiempo. El placer, el deseo y el goce nacen y mueren con el hombre y determinan su conducta sexual a lo largo de toda su vida (léase «toda»).
Es cierto que varía la frecuencia y ciertas respuestas fisiológicas pueden alterarse, pero esto nada tiene que ver con la capacidad intrínseca del ser humano de amar, disfrutar, estimular y gozar aún en las edades más avanzadas.
Y cuando hablamos de sexualidad, debemos recordar que en nuestra psique hay más cosas que el afán reproductivo por lo que la libido permanece intacta y es responsabilidad de cada persona promoverla y estimularla. Al referirnos a cuestiones fisiológicas, encontraremos que los niveles de hormonas se alteran con la edad, y en las mujeres por ejemplo, la disminución de estrógenos puede ocasionar mayor sequedad vaginal mientras que en los hombres tal vez las erecciones sean menos firmes o la cantidad de semen sea inferior, pero no es nada que la moderna ciencia médica no pueda solucionar.
Con los años decae la presión social y la pareja puede dedicar más tiempo a explorar su propia sexualidad, a las caricias, los juegos previos y otras maneras de placer que sólo la experiencia y la confianza adquirida a través del tiempo puede garantizar como sesiones de satisfacción absoluta. Alguien dijo una vez: «… la juventud es una enfermedad que se cura con los años.» ¡Cuánta razón tenía!