Una de las claves que define el cibersexo es que se trata de un espacio en el que la imaginación tiene el poder: puedes ser quien quieras y hacer lo que quieras, al fin y al cabo, siempre vas a estar protegido por el anonimato de un nick.
El cibersexo en sí no tiene nada de malo, y además, es una opción elegida por muchos. El problema viene cuando se convierte en adicción. Pasar demasiado tiempo pendiente de las páginas porno, de chats eróticos y demás puede producir una serie de desequilibrios importantes, que van desde la ansiedad hasta la depresión.
El problema es que se trata de una adicción un tanto difícil de controlar, puesto que a diferencia de lo que ocurre con otras, no muestra signos físicos, no se traduce en dificultades económicas (a menos que entremos ya en cuestiones de páginas de pago). La persona que lo sufre tenderá a negarlo, complicando aún más el problema.
Y es que el ser humano busca el placer, de forma instintiva, y si lo encuentra, repite. Claro, que para esto está la racionalidad, pero en el caso de las adicciones, pesa más el otro lado. Y esto se complica más aún cuando se trata de personas débiles, con poca autoestima, con problemas de relación con el sexo opuesto…
Desde luego, se trata de un problema serio que debe ser consultado con un profesional.
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