Mientras científicos prominentes y los gobiernos de los países desarrollados se debaten en una desigual lucha contra uno de los más terribles flagelos que afronta la humanidad, otros, en las antípodas del planeta hacen gala de una ignorancia inaceptable.
Indonesia, más exactamente Papúa, se encuentra a un paso de aprobar una ley que obligue a los individuos infectados de VIH/Sida a colocarse un microchip subcutáneo que permita a las autoridades monitorear sus actividades cotidianas y así evitar que contagien a otras personas.
No es necesario puntualizar que decisiones legislativas de esta naturaleza atentan contra los más elementales derechos humanos y va a contramano de las tendencias globales que buscan la inserción social de los enfermos de VIH pugnando contra la discriminación y la intolerancia. No es necesario.
¿Fines prácticos? Ninguno. A saber:
- Que puedan saber dónde se encuentra una persona en un determinado momento, no implica que puedan conocer qué está haciendo exactamente.
- Aunque lograran saber que una persona está manteniendo relaciones sexuales, no tendrán manera de saber si ha tomado los recaudos de protección necesarios para evitar un eventual contagio.
- Suponiendo que pudieran saber todo esto, ¿cómo podrían evitarlo?
Alrededor de 100,000 personas en Papúa padecen de VIH, y el gobierno, en lugar de implantar campañas de educación, prevención e información sobre comportamiento sexual, deciden invertir su dinero en «microchips». Un verdadero delirio de las autoridades de turno. ¿Quiénes son los enfermos?